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 Por qué necesita tu iniciativa un Código de Ética comunicacional

¿Todo lo permite la libre expresión? 🤔

La ética es un sistema de valores de comportamiento auto-asumidos frente a nuestra comunidad, que aplicado al ejercicio profesional se llama deontología.

No es un alarde de superioridad moral ni un adorno para lucir, sino una promesa explícita de autorregulación que contribuye a que lo público sea más vivible.

Es por ello que en comunicación, incluido el periodismo, la ética aplicada —la deontología— es un prerrequisito democrático, especialmente en una atmósfera de Posverdad, polarización y manipulación, “práctica comunicativa e interaccional” que, anota Teun A. van Dijk, constituye abuso del poder, es decir, “dominación”, “forma de influencia ilegítima por medio del discurso: los manipuladores hacen que los otros crean y hagan cosas que son favorables para el manipulador y perjudiciales para el manipulado...”.

Las iniciativas de cambio social son de las más dañadas por esta atmósfera: debido a que trabajan por la habilitación de derechos que las instituciones del Estado no garantizan, son foco de tal abuso de poder, recibiendo descalificaciones y ataques.

Ahora, entre la comunidad, un problema es que, debido a que expresarnos es parte de nuestra naturaleza, solemos actuar como si decir lo que sea, como sea, fuera aceptable, pues “tenemos el derecho”, legítimamente frustraxs con unas instituciones incompetentes. Es más complejo.

1) La comunidad no sería posible sin normas de convivencia que incluyen las autoasumidas (éticas); 2) la libre expresión es un derecho humano, pero relativo, o sea, limitado por otros derechos; y, mezclando ambos puntos, 3) la libertad de expresión abarca recibir, buscar, exigir, producir y publicar información, por lo cual es un derecho clave para nuestra vida en colectivo, y aquí la calidad importa.

Esto tiene todo que ver con las iniciativas de cambio. Es fácil que caigan en la tentación de concurrir al mercado de discursos con estridencia, descalificación, falsedades y hasta discursos que desdicen de su misión, visión y valores. ¡Lo vemos todo el tiempo! Por ejemplo, con organizaciones que litigan por el debido proceso pero cuyo discurso quebranta la presunción de inocencia, o que defienden derechos ambientales al tiempo que desvalorizan aquellos a la vida, la libertad o la igualdad!

El antídoto: su Código de Ética Comunicacional, cimiento de la Comunicación Estratégica que alinea su discurso con su compromiso, y les permite proyectar una imagen congruente y propiciar un ambiente de calidad democrática.

El Código de Ética Comunicacional resulta de un esfuerzo de co-creación. Veamos:

  • Intervienen en su redacción lxs miembros de la organización, óptimamente bajo una guía profesional especializada
  • Se conforma, mínimamente, de las perspectivas de derechos humanos, legalidad, género, interseccionalidad e interculturalidad
  • Incluye de manera enfática las responsabilidades de expresión hacia adentro (organizacionales) y hacia afuera
  • Es un instrumento de uso diario en toda acción comunicacional; digamos que es su prueba del ácido: la pasa o no lo pasa
  • Se actualiza anualmente, como parte de la innovación programática interna
  • ¡Y es solo el principio! Luego corresponde implementar los procesos para que sea apropiado y aplicado día a día por quienes componen la iniciativa; conocido y exigido por la comunidad hacia la cual trabajan, y sancionado su incumplimiento mediante mecanismos deliberativos y de reaprendizaje

Paladeando uno en el bar de la Royal Academy of Music de Londres, pensaba que, como el expreso, la ética se toma despacio, hasta la última gota y si doble, mejor. Pero antes, tu causa social requiere su Código de Ética Comunicacional.

Ahora, también hay que tener presente que, como nos decía el gran Javier Darío Restrepo, “la ética vende”. ¡A trabajar!

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